Intriga y fandango en La Quebrada de Acapulco. Peripecias de Mariano Tabares, un mulato conspirador, 1787-1811

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Para Yaretzi e Itzayana, mis acapulqueñas favoritas

A mediados de 1811 el movimiento armado encabezado por José María Morelos, cuyo objetivo era independizar a la Nueva España, estuvo a punto de fracasar. En su seno surgió una revuelta con el propósito, aseguró el escritor Carlos María de Bustamante, de “asesinar a todos los blancos y personas decentes y propietarios, comenzando por el mismo Morelos”. Ignoro con precisión el alcance que tuvo la conspiración, pero con base en el dicho de Bustamante, contemporáneo del suceso, estimo que involucró a más de mil hombres, la mayoría habitantes de las jurisdicciones de Acapulco, Coyuca y Tecpan, en la costa del Pacífico novohispano. Los insurrectos tuvieron algunas escaramuzas con las tropas que Morelos había dejado en Acapulco al mando de Julián de Ávila, sin embargo, fueron derrotados. El líder de los sediciosos fue un orgulloso mulato acapulqueño, cuya historia voy a narrar.

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Mariano Tabares nació en Acapulco entre 1787 y 1788. Fue el segundo hijo de la mulata Francisca Xaviera Lemus y del mulato Francisco Eustaquio Tabares, uno de los hombres nativos más acomodados y de mayor influencia en el puerto. El padre de Mariano era administrador del correo y tratante de mercancías de origen asiático, así como de cacao y de algodón, cultivados en la zona. Fungía también como representante en el puerto de Isidro Antonio de Ycaza, uno de los comerciantes más acaudalados de la Ciudad de México y de toda la Nueva España. En 1808, debido a su avanzada edad y precario estado de salud, Francisco Eustaquio cedió el empleo de administrador del correo a su hijo Mariano.

El 16 de diciembre de 1808 el gobernador y castellano del puerto de Acapulco, José Barreyro y Quijano, publicó un bando en el cual dispuso que, en obedecimiento a una orden del Virrey de la Nueva España, los días 25, 26 y 27 de diciembre se celebraran las fiestas para jurar lealtad al monarca español Fernando VII. Según Barreyro, pese a su pobreza, la población porteña se había mostrado dispuesta a colaborar, con “excepción de un corto número de medios pudientes por no estar formado el ayuntamiento ni haber propios de donde hacer estos gastos”. Los “medios pudientes” eran los pocos españoles de origen europeo (despectivamente llamados gachupines), quienes se sintieron agraviados por dicho señalamiento. En una carta al Virrey, Pedro Garibay, acusaron al gobernador Barreyro de no “[…] procurar que entre europeos (o mejor decir) entre los más de los pocos blancos que hay aquí, y criollos, haya la tan recomendable y precisa armonía, que tanto interesa, y especialmente en las críticas circunstancias del día”. Asimismo, reprocharon al gobernador que sólo elogiara “la fidelidad, amor y lealtad de los mulatos y negros, de que se componen los criollos de este vecindario, con público agravio nuestro, habiendo dado tantas pruebas constantes de lo contrario”. Revisemos el fondo del conflicto.

En la mayor parte de la Nueva España, el término criollo aludía a las personas españolas blancas, hijas de personas de igual condición nacidas en América. En Acapulco era diferente. Se llamaba criolla también a la gente de color obscuro, siempre y cuando tuvieran alguna ascendencia blanca, es decir, a los mulatos o pardos. La razón es muy sencilla: en Acapulco no hubo españoles blancos nativos hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Según el padrón realizado en 1792, había entonces 5,416 mulatos. Los españoles blancos (europeos y americanos), mestizos y castizos apenas sumaban 116 personas. El puerto era un lugar de casi puros morenos y los blancos eran una rareza, salvo, quizá, durante los meses que duraba la feria de la Nao de China, cuando llegaban comerciantes de las zonas aledañas y de las principales ciudades de la Nueva España.

Ninguno de los 21 españoles americanos casados y residentes en el puerto había nacido ahí. Nueve estaban casados con mujeres mulatas; dos, con mestizas, uno, con india y nueve con españolas americanas. De doce españoles europeos casados, ocho lo estaban con mujeres pardas y los cuatro restantes con mestiza, española europea, española americana e india respectivamente. Por consiguiente, la descendencia de los once matrimonios entre españoles blancos constituiría el primer grupo de personas blancas nacidas en el puerto.

La ausencia de españoles blancos durante mucho tiempo había permitido que los mulatos ocuparan la parte alta de la escala social y que se reclamaran como criollos, debido a su ascendencia blanca y a su condición de nativos del puerto. El padrón evidencia que el arribo de los españoles blancos para residir en Acapulco motivó el recelo y confrontación con la élite mulata que se sintió amenazada. El conflicto de diciembre de 1808 por la fiesta para jurar lealtad a Fernando VII, exteriorizó dicha tensión. Por un lado se alinearon los españoles europeos y por el otro, los mulatos. Los españoles criollos se dividieron en ambos bandos. En apariencia no estaba en duda la fidelidad de los mulatos al monarca ni de los españoles americanos que hicieron causa común con ellos. Se trataría de un malestar contra el “mal gobierno” de los españoles europeos. Sin embargo, hay indicios de que por lo menos un grupo de mulatos porteños aspiraba a lograr una independencia total de España. Entre ellos destacaba Mariano Tabares.

La lealtad y el entusiasmo que el gobernador atribuyó a los mulatos, fueron negados por los españoles europeos quienes criticaron que sólo se hubieran colectado treinta o cuarenta pesos para las fiestas en honor de Fernando VII. Además, el gobernador, un español americano, no había “hecho la más pequeña demostración, sobre las ocurrencias de Ntra. España, pareciendo su mansión una funesta gruta en las noches que hemos hecho alegres iluminaciones”. También acusaron de infidencia a Tabares, es decir, de faltar a la debida obediencia al monarca. Como resultado, en enero de 1809 las autoridades ordenaron su arresto domiciliario mientras se hacían las indagaciones de ley. Para llevarlas a cabo se nombró al subdelegado de Chilapa, Esteban Toscano. Como el 21 de marzo el acusado se dio a la fuga, éstas se hicieron sin su declaración.

Uno de los principales testigos contra Tabares, el teniente Luis de Calatayud, aseguró que cuando se conoció la noticia de que el 17 de septiembre de 1808 algunos españoles europeos de la Ciudad de México habían aprehendido al Virrey José de Iturrigaray, el mulato lo invitó a “formar un partido contra los pocos europeos que viven en aquella ciudad [Acapulco]: que eran unos usurpadores, y que estaba bien hecho acabar con ellos”. En efecto, parece que a raíz de la caída del Virrey, Tabares y otros individuos se dedicaron a conspirar para atacar a los españoles europeos. Entre los involucrados en la conjura estaban los españoles americanos Antonio Doria y José Mariano Brach; los mulatos Francisco Machao, Carlos Montejo, Juan García y los hermanos de Mariano Tabares, Marcos y Lorenzo; el indio filipino, José Dimayuga; así como el mismo gobernador. Este último evitó el juicio debido a que por esos días una enfermedad lo llevó a la tumba.

Es probable que Mariano Tabares tuviera contacto con algunos conspiradores criollos de la Ciudad de México a donde había viajado pocas semanas antes del derrocamiento del Virrey. Estaba oportunamente informado de las ocurrencias en la capital, pues, como se dijo, era administrador de la oficina de correos. Según se supo durante las averiguaciones, afirmó que Iturrigaray había sido aprehendido por pretender coronarse “Rey de América una vez que no lo había en España y darle muerte a los europeos por tiranos y apoderarse de sus haberes”, proyecto que aprobaba.

Tabares y los demás conspiradores solían reunirse en el paraje de La Quebrada -actualmente conocido por los espectaculares clavados que ahí se realizan-, donde, con el pretexto de organizar fandangos, se dedicaban a comentar la “revolución en México” y a planear el golpe contra los europeos. Tabares también viajó varias veces a Coyuca para ganar adeptos a su causa. Según otro testigo, el altivo mulato alardeaba de contar con cuatro mil hombres “de buena calidad” y seis mil indios listos para tomar las armas contra los españoles europeos. El plan contemplaba acabar con todos ellos, con excepción del párroco, así como con toda la oficialidad del ejército, de tal manera que “quedarían los negros mandando como antes y se pondría esto mejor, que desde que los gachupines habían venido se había perdido el puerto”. Confiaba en que las tropas, conformadas en su mayoría por negros y mulatos, se unirían a la revuelta. Sólo habría que esperar el levantamiento de los españoles americanos de la Ciudad de México, cuya planeación, aseguró, estaba en marcha. Contaba que durante su último viaje a la Ciudad de México el mismo Virrey Iturrigaray lo había invitado a comer y se había entrevistado con “los señores principales de México” para organizar el plan.

Los declarantes también se refirieron a los rumores que corrían entre la plebe del puerto. Se decía, por ejemplo, que “con el tiempo habían de mandar los negros, siendo gobernador un criollo,” es decir, un mulato. Un español europeo aseguró que el mulato José Piza, le dijo que muy pronto cortarían “el pescuezo” a todos los españoles europeos. Otro testigo oyó decir, a propósito de los golpes que un oficial de las milicias había propinado a un soldado mulato, que “el tiempo estaba para que los contemplaran y no para que anduvieran a palos”. Es decir, que los oficiales debían tratar con respeto y cuidado a los soldados en lugar de agredirlos. Otro aseguró haber oído decir a Tabares que “se alegraría quedase este reino independiente o se coronase Rey”.

Sin duda Tabares y los demás intrigantes del puerto consideraban deseable que la Nueva España se independizara de España, y no sólo querían acabar con “el mal gobierno” de los españoles europeos. De consumarse la independencia, expulsarían a éstos y recuperarían el gobierno de Acapulco. Si bien a nivel local los destinatarios de la conspiración eran europeos, no significa que el movimiento tuviera necesariamente un carácter racista, pues se aceptaba la alianza con los europeos americanos tanto en el puerto como en la Ciudad de México.

***

En octubre de 1810 Morelos llegó a la Costa Grande del actual estado de Guerrero, al norponiente del puerto de Acapulco, con la intención de apoderarse del lugar e insurreccionar toda la región. Buena parte de la población se mostró dispuesta a seguirlo. Varios hacendados se le unieron y con ellos los arrendatarios de sus tierras y peones. Con este ejército de mulatos costeños, Morelos libró diversos combates contra las tropas leales al monarca español acantonadas en el Fuerte de San Diego y reforzadas por las milicias de la Costa Chica, comandadas por Francisco París. A las órdenes de éste militaba Mariano Tabares con el grado de capitán de milicias, lo cual hace pensar que se había desechado el juicio en su contra del año anterior o bien había sido exonerado. En cuanto Morelos estuvo en las cercanías de Acapulco, Tabares desertó de las filas realistas y se sumó a las insurgentes. Gracias a la información que proporcionó, en enero de 1811 Morelos y su gente pudieron derrotar a las tropas de Paris.

Tal parece que el servicio prestado granjeó a Tabares la simpatía de Morelos, quien le respetó su grado militar y lo convirtió en uno de sus hombres de confianza, sin embargo, sus aspiraciones eran demasiado altas. Según un soldado realista apresado por los insurgentes, Tabares era demasiado presuntuoso. Montaba los mejores caballos, cambiaba de uniforme diariamente y portaba el sable de un capitán realista que había muerto en combate.

El sacerdote insurgente había designado como su segundo al mando a Julián de Ávila, no obstante, Tabares se empeñó en desplazarlo de tan prominente posición. Su arrogancia y codicia lo confrontaron también con los integrantes de la familia Galeana, que gozaban de la simpatía de Morelos. Según un desertor que se pasó al bando realista, en febrero de 1811 los Galeana decidieron abandonar las filas insurgentes y se retiraron a su hacienda del Zanjón -hoy San Jerónimo de Juárez-, debido a que no estaban dispuestos a subordinarse a Tabares, “individuo de toda la confianza” del cura insurgente. Esta información fue ratificada por otro soldado realista que estuvo preso con los insurgentes, quien aseguró que, en marzo del mismo año, el mulato acapulqueño había ido a la Costa Grande a cerciorarse si en efecto Juan José Galeana preparaba tropas en la del Zanjón para combatir la insurgencia. Desconocemos los detalles de este conflicto y la manera en que Morelos lo resolvió. El hecho es que convenció a los Galeana de volver a su lado y a partir de entonces desconfió del mulato porteño.

Como no pudo tomar Acapulco, en particular el Fuerte de San Diego, Morelos dirigió sus tropas hacia el interior de la Nueva España. Después de tomar Tixtla, en mayo de 1811, se dirigió a Chilapa. Por esos días comisionó a Mariano Tabares y a un estadounidense de nombre David Faro, para que viajaran a Estados Unidos a entablar negociaciones con su gobierno. En su trayecto Tabares y Faro se detuvieron en La Piedad, Michoacán para saludar al líder insurgente Ignacio López Rayón, quien los disuadió de continuar el viaje y envió de regreso con Morelos. El 15 de agosto el líder insurgente ascendió a Tabares y Faro a brigadier y coronel respectivamente. Tal parece que tenía la intención de enviarlos nuevamente a Estados Unidos. Este hecho les habría desagrado a tal grado a Tabares que decidió retirarse a la Costa y insurreccionarse contra Morelos e iniciar una guerra de castas, es decir, de negros y mulatos contra blancos.

La mayoría de los habitantes de las jurisdicciones de Coyuca y Tecpan se adhirió a Tabares, pues estaba resentida en contra de Ignacio Ayala, el intendente nombrado por Morelos para gobernarlos, debido a que impidió que se apropiaran de unos baúles que habían arrebatado a las tropas realistas de Francisco Paris. Para su desgracia, como se dijo, fueron derrotados por las tropas leales a Morelos, quien ordenó que llevaran a Tabares a su presencia. Cuando, a fines de agosto de 1811, el altivo mulato fue trasladado a Chilapa, se evidenció que gozaba de amplias simpatías entre los soldados insurgentes. Ese hecho aceleró su muerte. Temeroso de una nueva sublevación, Morelos ordenó a Leonardo Bravo que de inmediato lo fusilara junto con David Faro. A su muerte, Mariano Tabares debió haber tenido 23 o 24 años.

La rebelión de Tabares obligó a Morelos a publicar un documento en que hizo explícita su posición ante una eventual guerra de castas, el cual sugiere que la conspiración sí causó preocupación entre los líderes insurgentes. El escrito, fechado el 13 de octubre de 1811, llama la atención por su énfasis en el predominio de los criollos blancos sobre el resto de los grupos sociales. La independencia, dice el texto, tenía el propósito de que “el gobierno político y militar que reside en los europeos caiga en los criollos”, es decir, en los españoles americanos. Morelos creía que todas las personas de la Nueva España podrían alcanzar las más altas posiciones en el gobierno mediante el mérito y la virtud, pero educarlas llevaría tiempo. Por el momento solo los criollos tenían la preparación para gobernar. Esta apreciación contrariaba la de Mariano Tabares y sus seguidores en 1808, cuando expresaron el anhelo de tener un gobernador mulato. Si bien reconocían una alianza con los españoles americanos, no se consideraban inferiores a ellos ni con menos derechos, en virtud de que también eran descendientes de españoles blancos. Además, estaban acostumbrados a ejercer el liderazgo económico, social y político en Acapulco hasta que comenzaron a ser desplazados por los españoles blancos, particularmente por europeos.

No es infundado creer que la ruptura de Mariano Tabares con Morelos obedeció a que había diferencias políticas de fondo y no sólo a la personalidad protagónica y ambiciones personales del mulato. Seguramente se convenció de que en el proyecto insurgente de Morelos, mulatos como él no obtendrían el lugar que creían merecer.

Sugerencia para citar:

Hernández Jaimes, Jesús, “Intriga y fandango en La Quebrada de Acapulco. Peripecias de Mariano Tabares, un mulato conspirador, 1787-1811”, en Estante abierto. Revista electrónica de historia y política, agosto de 2019, [Consultado el día/mes/año] estanteabierto.com

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